De repente escuchaste un disparo, antes de que te dieras cuenta, fuiste testigo de un asesinato. Pudiste admirar la sangre salpicarte de un cadáver que fue arrojado contra la pared de un edificio.

Inmediatamente corriste en dirección contraria, hasta que sentiste un buen dolor en tu extremidad derecha, te dispararon. Pronto, ella quedó detrás de ti.

Te sorprendió bastante verla, la habías conocido hace un tiempo en el campo de béisbol donde entrenabas. Las farolas apagadas y la poca luz de día no dejaban ver su rostro y las únicas facciones que se mostraban eran unos ojos desesperados, sedientos, que se dirigieron a ti rápidamente.

Sus tonos grises azulados eran nítidos, reflejando frialdad. Ella sostenía un rifle considerablemente grande, cargado y listo para encontrar a su nueva presa. Se acercó lentamente hacia ti, reconociéndote a la primera mirada, ella no era de preocuparse mucho, pero reacciono apresurada antes de que te desangraras y empezaras a quejarte como una perra llorona. Su brazo derecho te apoyo con la fuerza suficiente como para levantarte, te sostenía mientras tu rodilla estaba cubierta con tu propia sangre.