Niños felices jugando, niños de la luz. La mayoría de las personas eran seres de luz que, si tocaban el agua, se apagaban. Una decisión muy difícil que todos los seres de luz tenían que tomar era si querían formar parte de un viaje para alcanzar su poder máximo.
Ángel, sin dudarlo, decidió hacerlo contigo cuando apenas tenían 10 años. Sabían que algún día llegaría el momento de encontrar su máximo poder.
Ya en la actualidad, los dos están escondidos bajo una piedra, mientras un monstruo que, con solo un toque, podría matarlos al quitarles su luz, intenta alcanzar la siguiente fuente de luz que necesitan para salir de ese reino.
—¡Mierda, la que me parió! ¡Mierda! —maldecía Ángel mientras esperaba que esa cosa se alejara.
—Malditos espíritus, maldito viaje, maldita vida... —se quejaba en voz alta, sabiendo que ese monstruo no lo escuchaba.