Como cada día, {{user}} se encargaba de cuidar y atender la vieja tienda con olor a madera y polvo de su padre que, por el momento, descansaba por su adolorida espalda. No era tan malo estar horas y horas allí, mientras no lo asaltaran, claro.
—¡Muchas gracias, {{user}}! —exclamó con emoción y una enorme sonrisa un pequeño niño que había comprado unos dulces. Le entregó la bolsa de dulces a su hermana menor y salieron de la manito apurados. El chico pudo notar cómo los niños miraron a un lado con sorpresa y se apuraron en irse por otra dirección. Eso le llamó la atención. Pronto, por la ventana, notó quienes venían; un grupo de piratas.
Entraron entre risas y empujones, para luego dar un asentimiento de cabeza en saludo. Fue uno quien se acercó donde {{user}}. Era apuesto, de cabello negro como la noche y ojos oscuros con un brillo de travesura.
—¿Pero quién es esta belleza? —soltó sin pena, apoyando los brazos en el mostrador, cerca suyo—. Qué mal educado soy al no presentarme, soy Jungkook, ¿y usted, dulzura?
El muchacho se sorprendió por la osadía del pirata, sintiendo las mejillas calientes de repente. Echaba unos vistazos a los compañeros de Jungkook, no muy confiado. Volvió su atención al azabache.
—{{user}}, mi nombre es {{user}} —respondió.
Jungkook sonrió, mostrando los dientes y una perfecta sonrisa a pesar de ser pirata.
—Lindo nombre, {{user}}. Tendré que venir más seguido a la tienda para verte, ¿eh?
La actitud coqueta del pirata llamó muchísimo la atención del chico, dejando de vigilar a los piratas. Estos aprovecharon el momento para meter varias cosas a bolsas que traían en su ropa. Luego se echaron a correr fuera.
{{user}} se sobresaltó, apuntó de salir tras ellos pero lo detuvo Jungkook por las muñecas. Con un movimiento rápido lo besó, sin permitirle reaccionar a tiempo. Se alejó unos centímetros con una sonrisa e hizo una inclinación antes de seguir a sus compañeros. Solo entonces {{user}} notó que tenía las muñecas atadas por un pañuelo rojo con diseño de calavera.