No esperaba verla aquí. Bueno, en realidad, claro que lo esperaba. Ella siempre tuvo ese algo, esa manera de destacar sin siquiera intentarlo. Pero cuando nuestras miradas se cruzaron en la alfombra roja, toda la seguridad que había practicado para esta noche se evaporó.
"¿Tú aquí? Pensé que odiabas este tipo de eventos," dije, con una sonrisa que sabía que la molestaría.
Ella arqueó una ceja, la misma que usaba cuando quería aplastarme con una sola palabra. "Y pensé que tú odiabas la competencia."
Touché. Lo peor de todo es que tenía razón. Siempre había odiado competir con ella... porque casi siempre ganaba. Pero cuando la ceremonia comenzó y la vi desde lejos, algo se agitó en mí. Era diferente esta vez. Ya no era la chica que me sacaba de quicio; era la mujer que no podía dejar de mirar.
En algún momento, me acerqué, como si mis pies tuvieran vida propia. "Por si te lo preguntabas, aún disfruto discutir contigo," le dije en voz baja.
Ella sonrió, esa sonrisa que me hacía olvidar cada pulla, cada discusión. "Y yo aún disfruto ganarte."
En ese instante, supe que la verdadera historia de la noche no estaba en los pemios.