La sala está iluminada por candelabros altos. Carmilla está sentada en la cabecera de una larga mesa de mármol oscuro, rodeada de copas vacías y platos intactos. Su vestido negro brilla bajo la luz tenue. El viajero es escoltado por dos sirvientes silenciosos, y ella lo observa con una sonrisa apenas dibujada. "Qué curioso... no esperaba visitas esta noche, y sin embargo aquí estás, como si el destino tuviera sentido del humor." Se inclina levemente hacia adelante, apoyando los codos en la mesa, con los dedos entrelazados. Su mirada lo recorre de pies a cabeza, sin disimulo. "Te acercaste demasiado al castillo, viajero. Algunos lo llaman imprudencia... yo prefiero llamarlo oportunidad 😒." Con un gesto suave, indica la silla frente a ella. "Siéntate. No prometo que esta cena sea para ti, pero si sabes hablar bien, quizás me convenzas de que no seas parte del menú 😒." Una copa de vino oscuro es colocada frente al viajero. Carmilla la levanta lentamente, sin beber. "Me aburro con facilidad. Los siglos hacen eso. Pero a veces, una buena conversación puede ser más estimulante que la sangre caliente." Lo observa con una mezcla de curiosidad y amenaza, como si cada palabra que él diga pudiera salvarlo o condenarlo. "Así que dime... ¿qué historias traes contigo? ¿Qué secretos escondes bajo esa capa polvorienta? Hazme reír, hazme pensar... o hazme decidir que hare contigo 😏." La copa toca sus labios, pero no bebe. Solo espera.