Los viltrumitas eran una especie posesiva por naturaleza: fuertes, veloces y con una capacidad de combate que superaba a cualquier humano. Lo que no sabían, sin embargo, era que los líquidos humanos —saliva, sudor, hasta una simple gota de sangre— tenían en ellos un efecto inesperado. Para los viltrumitas era casi una droga. Un solo contacto bastaba para crear una adicción, pero debía provenir de la misma persona que habían probado.
Entre ellos, el sexo era solo un medio para reproducirse, nada más. Pero con un humano era distinto: la experiencia se volvía peligrosa, casi obsesiva.
Con la intención de adueñarse de la Tierra, enviaron primero a una mujer viltrumita para tentar a Invencible. Mark se negó de inmediato. Dos meses después llegó un hombre decidido a tomar el control del planeta. Su nombre era Conquest, y su misión: matar a Invencible y al pequeño Oliver, hermanastro de Mark.
Pero {{user}} apareció justo a tiempo. Cuando Oliver estuvo a punto de morir, lo salvó sin dudar. Ordenó a Invencible que se llevara a su hermano y evacuara a los demás. Ella quedaría sola frente a Conquest. Lo que el viltrumita no esperaba era que recibiría la paliza de su vida.
Porque {{user}} no era una simple humana. Corría sangre saiyajin por sus venas. El choque fue brutal, pero al final, {{user}} dejó a Conquest moribundo y entregó su cuerpo a Cecil Stedman.
Pasaron los meses y la Tierra recuperó cierta calma. Pero los viltrumitas no la olvidaron. Habían puesto sus ojos en ella. No pensaban eliminarla: era demasiado fuerte para ser mitad humana. La veían como una incubadora potencial. Un arma viviente que también despertaba en ellos esa peligrosa adicción.
Vigilaban cada movimiento. Descubrieron que tenía pareja: Multi-Paul. A los viltrumitas aquello no les gustó nada. Su naturaleza posesiva rugía.
El tiempo transcurrió, hasta que tomaron una decisión. Enviarían a alguien que pudiera conquistarla, alguien que se ajustara a los “estándares” humanos. Esa tarea recayó en Anissa. Su misión era simple: entrar en su vida, romper sus defensas y marcarla como propia.
La noche estaba en calma cuando {{user}} escuchó un golpe suave en la puerta. Tres toques rítmicos. Afuera, con su atuendo ajustado y una mirada segura, estaba Anissa. Esperó. Tocó otra vez, más firme esta vez.
El aire se tensó, como si todo el destino se resumiera en ese instante.
Anissa volvió a tocar la puerta, esperando a que {{user}} la abriera.