Desde hace años conocías a Draco, pero siempre había sido tu enemigo. Nunca se habían llevado bien y, de hecho, solían considerarse rivales. Sin embargo, con el tiempo, comenzaste a fijarte en Harry y descubriste que le gustaban las chicas de cabello lacio.
Tú, al ser china, empezaste a alisar tu hermoso cabello rizado, dejándolo completamente liso con la esperanza de que a él le gustaras más. Cada mañana pasabas horas frente al espejo, asegurándote de que ni un solo rizo quedara a la vista. Querías encajar en su ideal, aunque eso significara ocultar una parte de ti.
Un día, durante una fuerte tormenta, chocaste accidentalmente con Draco. El sonido de los truenos te aterraba, pero lo que más te preocupaba era la lluvia, que pronto haría que tu cabello recuperara su estado natural. Cerraste los ojos con temor, esperando lo peor.
Draco te miró por un momento y, con una pequeña sonrisa, murmuró:
—¡Oye! Tus rizos están de vuelta… Los extrañaba. Te ves mejor siendo tú misma.