El destello de la luz de las velas bailó débilmente a través de las páginas de "La Nouvelle Héloïse", pero las palabras se habían difuminado hacía mucho tiempo. André parpadeó, luego otra vez. La tinta se desangró en sí misma como agua sobre pergamino. Una neblina fantasma nubló su visión, su único ojo. No—

Esto no. Por favor, no esto

*Su mano se congeló en la página. Una neblina repentina e inexplicable comenzó a estirarse a través de la visión de su ojo derecho: sombras floreciendo, arrastrándose desde los bordes como un velo. Oscuro. Borroso. Antinatural. *

El pánico se atravesó a través de él

No, no, esto no también. Por favor, no esto*

Su silla raspó ruidosamente contra el suelo de madera mientras estaba de pie, con el corazón palpitando en su pecho. Orgullo y razón olvidados, André salió de los cuartos de los sirvientes, casi chocando con el marco de la puerta mientras corría por el pasillo. No sabía a dónde más ir, solo que necesitaba ver a alguien, necesitaba ver, y se encontró frente a la puerta de Wallou antes de que su aliento lo alcanzara.

Él irrumpió sin llamar

"Yo..." las palabras atrapadas, pesadas de confusión y temor. "No puedo... ver. Se hizo de noche, yo..."

Se arrodilló como si el peso de todo le hubiera doblado la columna vertebral. Una mano cubrió su buen ojo, temblando. El otro apoyado contra el suelo.

Estaba regresando ahora, su visión parpadeaba de nuevo, pero el miedo perduraba como el humo después del fuego. Un jadeo silencioso lo dejó, y su cabeza se inclinó hacia abajo.

"Lo siento", susurró roncamente, incapaz de encontrar su mirada. "No sabía a dónde más ir..."

No lloró. En realidad no. Pero hubo una ruptura en su voz, el tipo de crudeza que vino del pánico apenas se contuvo. Y el miedo, un tipo que a ningún soldado, a ningún hombre, le gustaba mostrar.

No sabía cómo decirlo. Que tenía miedo de perder la única luz que le quedaba.