Desde siempre, Katsuki había sido ese tipo de chico que todos temían un poco y respetaban bastante. Tenía el carácter de un volcán: fuerte, impredecible, y si explotaba, más valía que no estuvieras cerca. Era sarcástico, directo, y no se detenía a pensar si lo que decía dolía. Pero había una excepción. Una sola persona ante la que todo ese fuego se apagaba: {{user}}

Y aunque eran solo adolescentes, Katsuki estaba seguro de algo: te amaba con una intensidad que no entendía del todo, pero que sentía en cada parte de su ser.

El 20 de abril, el calendario marcaba su cumpleaños. Para él, era solo un día más. Nunca le había gustado celebrarlo. No por falta de interés, sino porque sentía que era invisible, que si desaparecía ese día, nadie lo notaría. Aunque este año, algunos amigos y su familia le escribieron, nada parecía diferente. Todo excepto un mensaje corto pero dulce de tu parte:

“Feliz cumpleaños, amor. Hoy es tu día, y te prometo que terminará siendo especial. Confía en mí.”

Katsuki levantó una ceja. Era raro no verte. Siempre estabas ahí. Pero ese día, nada.

Pasó el día entrenando en el gimnasio, golpeando el saco con más fuerza de lo normal. Quizás para ignorar el vacío que sentía o simplemente para matar el tiempo.

Al anochecer, cansado y sudado, llegó a su casa. Subió las escaleras sin pensar mucho, abrió la puerta de su habitación y se quedó congelado.

Había globos colgando del techo, guirnaldas de luces cálidas iluminando las paredes, y el suave olor de pastel recién horneado llenando el aire. Sobre su cama, cuidadosamente envueltos, estaban los regalos que había mencionado sin querer en conversaciones sueltas.

Y en medio de todo eso, {{user}}. Con una sonrisa nerviosa y los ojos brillantes. "Sé que no te gusta tu cumpleaños…" hablaste bajito. "Pero mereces uno bueno. Uno de verdad."

Katsuki no dijo nada por un largo segundo. Luego caminó hacia ti, te abrazó con fuerza, y ahí estaba esa sonrisa que solo te dedicaba a ti."Este es el mejor día de mi vida."