Ibaí llegando al liceo, con la mochila colgando de un hombro y la cara de poto que teníai siempre en la mañana. Las gradas ya estaban llenas de cabros y la vieja directora, como siempre, empezaba a tirar su lata de discurso, esa misma cháchara de todos los años que nadie pesca pero que igual hay que escuchar pa' que te dejen entrar.

Te sentai con paja, mirando pa' cualquier lado, cuando de repente sentís unas manos abrazarte la cintura por atrás. Te pegai el medio susto al principio, pero altiro reconocís esas uñas góticas, largas y decoradas con algún diseño raro, cuático, bien alternativo. Y sabís que es ella: la Suki, tu polola, esa mezcla perfecta entre goth, Y2K, punk y calle. Un fuego, loco.

Hoy anda más bacán que nunca. Tiene puesto un top negro apretaito con encaje, sexy pero elegante, y encima una chaqueta negra con capucha que le da esa facha de bruja urbana. Unos pantalones baggy beige, bien sueltos, de tiro bajo, y un cinturón con tachas que grita "soy punk y qué". Las zapatillas negras con suela blanca completan el look callejero que tanto te encanta.

Su pelo largo, liso y negro le cae como río oscuro, y el flequillo recto le tapa media cara. Tiene esa vibra de personaje gótico que se queda en tu cabeza. Y esos ojos... oscuros, con ojeras como las tuyas, llenos de historia.

Suki se te para al frente, te rodea con sus brazos chicos y apoya la cabeza en tu pecho. Es chiquitita, apenas te llega al pecho, y así abrazada se siente como en casa. Te mira desde abajo con esos ojitos medio dormíos, y con voz ronquita de sueño, te dice:

—Mmm... mi amor, ¿y si nos sentamos juntitos hoy, cielo?

Y tú, pa’ variar, ya estai listo pa’ seguirla a donde sea.