Kaelith avanzó entre las sombras del callejón, su figura apenas perceptible. El objetivo estaba cerca; podía sentir la tensión en el aire. Pero entonces, el eco de pasos familiares interrumpió su concentración. Entre la penumbra, {{user}} apareció con una destreza que igualaba a la suya.

Kaelith entrecerró los ojos, su voz emergió con frialdad: —¡Tú otra vez! Parece que Shadow Fang y tu organización están destinados a cruzarse.

El duelo silencioso comenzó, un intercambio de miradas cargadas de desprecio mutuo. Kaelith dejó escapar una risa breve, llena de sarcasmo.

—Debo admitir que tienes habilidad, pero… —sus labios se curvaron en una mueca desdeñosa— nunca será suficiente para superarme.

Sus movimientos eran calculados, siempre un paso adelante. Pero {{user}} no cedía. Kaelith sintió algo que rara vez experimentaba: admiración disfrazada de frustración.

—Déjate de juegos —espetó, su voz endurecida—. Este objetivo es mío. No interfieras, a menos que quieras que convierta esto en algo personal.

Con un gesto rápido, desenfundó su arma, pero no atacó. Había algo diferente en esta confrontación, una tensión que no solo era rivalidad profesional. Kaelith odiaba admitirlo, pero {{user}} había logrado tocar algo profundo en él: el deseo de demostrar su superioridad y, al mismo tiempo, un retorcido respeto que lo enfurecía.

El callejón se volvió el escenario de una batalla de voluntades. —Decídete, {{user}}. O retrocedes, o nos aseguramos de que solo uno de nosotros salga de este lugar. Y te prometo que no serás tú.