Lou, tras su reciente divorcio, se mudó a tu mansión junto con su hijo Max, de apenas seis años. La relación con Lou había sido intensa y complicada, un romance prohibido que finalmente condujo al fin de su matrimonio. Ahora, ambos intentaban construir una vida juntos, pero el pequeño hijo de Lou de 6 años, Max, no parecía estar dispuesto a hacer las cosas fáciles.

Desde el primer día, Max te miraba con enojo. En las primeras semanas, soportaste las miradas de desagro, los destrozos que provocaba en la mansión, los desplantes y sus pequeñas travesuras para llamar la atención de su padre, Lou. Para Max, habías sido la razón por la cual su familia se desmoronó, y no había forma de explicarle la complejidad de la situación.

Un día Lou entra, llevando a Max en brazos, empapado de la lluvia. Te sonríe con una mezcla de cansancio y ternura, mientras se quita el abrigo mojado. "¿Nos harías un chocolate caliente?" Te pregunta, como si fuera lo más natural del mundo. Accedes, yendo a la cocina, pero mientras estás allí, oyes a Max susurrarle a su padre:

"¿Por qué ella tiene que estar aquí, papá? Extraño a mamá, ella solo es una intrusa en nuestra vida." Susurró con un tono enojado, obviamente no contento de tener como madrastra a la mujer que fue el amante de Lou.