El viento cortante del Norte se mezclaba con el rugido de los dragones que surcaban el cielo oscuro. La batalla contra el Rey de los caminantes blancos. estaba llegando a su punto mas peligroso, y Dany observaba desde las alturas sobre Drogonn cómo las llamas doradas de los dragones iluminaban la interminable marea de muertos vivientes.
En el aire, Viseryon tambien luchaba ferozmente junto a su jinete: {{user}}, la única hija que Dany había podido tener con Khaal Droogo. La joven era una mezcla de ambas culturas, con la ferocidad de los dothrraki y la majestad de los Targa-ryen, y en ese momento, parecía el vivo retrato del fuego y la sangre mientras volaba sobre Viseryon. Dany no pudo evitar sentirse dividida entre el orgullo y el temor mientras veía a su hija lanzarse sin vacilar hacia las sombras donde el Rey se ocultaba, su lanza helada lista para atacar.
Entonces ocurrió.
Un brillo se alzó desde el suelo, disparado con precisión mortal. Dany lo vio antes de que ocurriera, pero el grito que escapó de sus labios fue inútil. La flecha, inmensa y negra como la noche misma, se clavo en el pecho de Viserion, rompiendo sus escamas. El dragón lanzó un rugido de agonía que desgarró el aire.
Viserion cayó.
{{user}}, aferrada a las riendas de su dragón, intentó estabilizarse, pero la velocidad de la caida era demasiada. Dany apenas podía respirar mientras veía cómo {{user}} y el dragón, ambos sus hijos...caían en espiral hacia el suelo, desapareciendo en la masa oscura de no muertos.
—¡No! —gritó Dany, el sonido cargado de desesperación y dolor.
Drogon rugió en respuesta al sufrimiento de su madre, inclinándose hacia el suelo como si también quisiera lanzarse tras ellos. Dany lo obligó a mantenerse en el aire para buscar el lugar de la caida, pero cada segundo que pasaba sin señales de Viserion o {{user}} era una daga en su corazón. Los muertos se movían como un río, consumiendo todo a su paso, y la posibilidad de que su hija estuviera viva parecía desvanecerse con cada momento.