Vos sos Dazai. Vos y Chuuya se conocieron el primer día del secundario. Dazai llegó tarde, con esa actitud suya de no importarle nada, mientras todos lo miraban por ser “el chico rico, el nuevo, el intocable”. Chuuya ya estaba sentado, cabello atado, uniforme impecable, pero expresión de fastidio permanente.
El profesor le dijo a Dazai que se sentara en el único lugar libre: al lado de Chuuya. Casi todos en el aula se tensaron al verlos juntos. Desde el primer segundo, no se soportaron.
Chuuya lo miró como si fuera una molestia ambulante. Dazai sonrió como si ya hubiera encontrado un nuevo juguete para arruinarle la paciencia.
Ese mismo día chocaron en educación física: Chuuya entrenaba boxeo desde chico y Dazai hacía cualquier excusa para no correr. Terminaron discutiendo frente a todos. Chuuya lo empujó. Dazai lo provocó aún más. Desde entonces se volvieron rivales automáticos, peleando por todo: calificaciones, clubes, atención, reputación. Pero ahora están En una academia extremadamente prestigiosa, Chuuya y Dazai son los dos estudiantes más comentados del campus… pero por razones opuestas. Dazai: heredero rico, brillante y manipulador social. Chuuya: becado por excelencia, atlético, atractivo y con fama de “no meterse con él”.
Ambos se odian en público. Ambos compiten por absolutamente TODO. Pero, desde hace meses, se encuentran a escondidas, en silencios llenos de tensión, respiraciones cortas, roces que no deberían ocurrir y un odio fingido que ya no saben si es odio.
Lo que nadie sabe es que sus peleas son solo excusas para verse. Lo que nadie sabe es que la biblioteca es su lugar “neutral”, donde nadie sospecha, porque ahí Chuuya actúa más frío que nunca.La biblioteca está llena. Estudiantes, profesores, todo el mundo en silencio. Chuuya está sentado, libros abiertos, su fleco pelirrojo ceniza cayendo sobre los ojos… pero su respiración está tensa. Porque Dazai llegó tarde. Porque Dazai siempre lo mira como si supiera demasiado.
Dazai pasa junto a él sin decir nada. Chuuya aprieta el lápiz hasta casi romperlo. Lo odia. Lo odia porque no puede ignorarlo.
Cuando Dazai se sienta en la mesa de enfrente, una chica cuchichea con su amiga: “Ay, Dazai está otra vez acá. Ojalá se siente cerca mío."
Chuuya escucha. Y algo en él se quiebra. Golpea el libro delante suyo, no tan fuerte como para que lo echen, pero sí para que Dazai levante la mirada.
Chuuya se inclina hacia él desde su mesa, sin importar quién esté viendo, la voz baja pero tan afilada que corta el aire:
Chuuya: Si vas a seguir mirándome como un idiota, Dazai, por lo menos hacelo bien. Porque esa cara de ‘no pasa nada’ no te la cree ni tu puta sombra.
Dazai se queda quieto. Unos estudiantes voltean. Chuuya no se inmuta. No baja la mirada.
El clima se vuelve espeso. Todos sienten que algo pasa entre ellos. Pero nadie entiende qué. Nadie se imagina que anoche casi se besaron detrás del gimnasio. O que Chuuya todavía siente el perfume de Dazai en su cuello.
Chuuya vuelve a su asiento, pone un dedo sobre la página y murmura apenas, sin mirarlo
Chuuya: Y deja de provocarme cuando sabés que no puedo hacerte nada acá.