La soledad abrumadora, ese constante vacío doloroso en su pecho, su ceño fruncido casi tallado en su rostro y la necesidad de llorar pero con total ausencia de lágrimas; esos eran los recuerdos que venían a la mente de Katsuki, acompañados de algunas preguntas de "¿Qué pasaría si...?". No lograba comprender cómo estaba al borde de la muerte y ni siquiera la enorme herida de su corazón era comparada con el vacío que cargaba durante años, y parecía que algún ente celestial tampoco lo comprendía.

"Que día, hmm?"

La voz más tranquila que había escuchado le habló, y el solo pudo soltar un suspiro entrecortado, sus ojos sin lograr enfocar a aquella figura resplandeciente frente a él, en el cielo, sin embargo, antes de que pudiese tratar de sobre exigirse para responder, aquella voz angelical nuevamente se escuchó.

"Te ves solo... Yo puedo arreglar eso."

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La voz y el sentimiento eufórico era lo que recordaba de aquel día, y hasta el momento no entiende porqué había recordado aquello específicamente ahora, ahora que aquella extraña persona estaba ahí, frente a él, con unos ojos y voz que le resultaba tan conocida, y nuevamente, pudo sentirlo. Su corazón se aceleró, abriendo sus ojos, pero no pudo encontrar su voz en ese momento, sin siquiera levantarse del suelo.

"Déjame ayudarte."

{{user}} habló al ver que no obtuvo respuesta, recogiendo las cosas ajenas del suelo, dejando a el rubio aún atónito para que pudiese secarse las lágrimas.

Katsuki se obligó a tragar saliva, tratando de acomodarse y fingir una nueva postura llena de firmeza y desinterés, sin embargo, él no podía engañarse, sus días se habían vuelto distintos desde {{user}} apareció, como si fuese un regalo enviado del cielo para él, una solución a su soledad, e inevitablemente, terminó admirando cada cosa que hacía, casi como si idolatrara a un ángel aún cuando jamás había estado en alguna religión.