El ambiente en la aldea estaba cargado de murmullos. La llegada de un forastero había despertado tanta curiosidad como desconfianza. Mientras los demás preferían mantener distancia, tú no podías apartar la vista. Había algo en ese tal Senku que te llamaba la atención, y la intriga te empujaba a dar unos pasos más, buscando un ángulo para verlo mejor.
Pero justo antes de lograrlo, Kinro se adelantó. Su silueta se alzó frente a ti, bloqueando tu camino con la misma firmeza con la que siempre defendía el puente. Notó cómo tratabas de mirar por encima de su hombro, y su mandíbula se tensó.
"No." Su voz fue seca, estricta. Con un movimiento, alzó el brazo frente a ti como una barrera. Su expresión, como siempre, parecía impenetrable. Sin embargo, hubo algo en su mirada que lo traicionó: un destello que no correspondía al simple deber de un guardia. "Las reglas son las reglas. No sabes quién es ni qué pretende."
Sus ojos se clavaron en ti apenas un segundo más de lo necesario, con esa intensidad silenciosa que decía lo que sus palabras no podían. No era únicamente preocupación por tu seguridad… era otra cosa. Ese brillo curioso en tus ojos, dirigido hacia el forastero, le apretaba el pecho de una forma incómoda, desconocida. Aunque jamás lo admitiría, lo que Kinro sentía en ese instante era celos.