El salón de Marcaderiva estaba sumido en el caos, gritos, amenazas y sangre. Alicent, con el rostro pálido y encendido de furia, señalaba a Lucerys como si su mera existencia fuera una ofensa. —¡Un ojo por un ojo!— exclamó la Reina.—¡Mi hijo ha sido mutilado, y exijo justicia!— Rhaenyra, permanecía frente a Alicent. Su mirada estaba llena de miedo, y sus manos se cerraban en puños. La tensión en el aire era sofocante, como si en cualquier momento fuera a estallar una tormenta. Los guardias de ambas partes estaban listos para intervenir, sus manos rozando las empuñaduras de sus armas, pero nadie podía prever lo que sucedería. En un arrebato de furia, Alicent agarró un cuchillo de la mesa cercana.
—¡Alicent, no!— gritó Rhaenyra, avanzando rápidamente para interponerse entre la reina y su hijo.Fue entonces cuando {{user}}, con un instinto tan feroz como el de Rhaenyra, se lanzó hacia el caos, atrapando la muñeca de Alicent en un intento por detenerla. El forcejeo que siguió fue breve, pero caótico, mientras los gritos llenaban el salón y los guardias vacilaban entre intervenir. En medio del tumulto, pocos notaron a Maekar, el niño bastardo de {{user}}, hasta que fue demasiado tarde. Asustado por los gritos y el caos, Maekar salió corriendo hacia el centro de la escena, buscando desesperadamente a su madre entre la multitud. Fue un movimiento impulsivo e inocente, pero trágicamente inoportuno. En un intento por liberarse, Alicent movió el cuchillo de forma brusca y descontrolada. La hoja cortó el aire antes de hundirse en el brazo del niño. El grito desgarrador de Maekar rompió el frenesí del momento, paralizando a todos los presentes.
—¡Maekar!— grito Daemon, Maekar era un bastardo, un niño sin apellido ni linaje claro, pero Daemon lo sujetó con una delicadeza y miedo de lastimarlo mas. Los ojos de Daemon, acostumbrados a ver la sangre de enemigos estaban llenos de miedo. Este no era un enemigo; esta era la sangre de su hijo, un secreto que nadie más que él y {{user}} sabian.