Naruto siempre estuvo ahí, aunque pocos lo notaban. La gente lo miraba, sí, pero con ojos llenos de indiferencia o desconfianza. Eran pocas las veces que alguien realmente lo veía.

Pero tú lo hacías.

Desde pequeño, lo observabas en silencio. Cuando corría por la aldea con su energía inagotable, cuando sonreía a pesar de todo, cuando se sentaba solo en aquel columpio, fingiendo que no le importaba. Nadie se detenía a mirarlo más de lo necesario, nadie veía la tristeza en sus ojos cuando creía que nadie estaba cerca.

Pero tú sí.

Nunca supiste exactamente por qué. Tal vez era su terquedad, su forma de seguir adelante sin importar nada. O tal vez era porque, en el fondo, entendías lo que era sentirse invisible.

Los años pasaron, y él siguió creciendo, igual de ruidoso, igual de determinado. Pero para ti, Naruto nunca fue solo el chico revoltoso de la aldea. Desde el principio, fue mucho más.