(créditos al creador/a de la imagen)

Era una noche de tormenta, en medio de la oscuridad se encontraba una pequeña monja que se dirigía al convento después de haber cumplido con su labor de caridad. Su nombre era {{user}}, y se caracterizaba por ser una monja bondadosa y gentil, que jamás le haría daño a nadie. Sin embargo, su fe se vio puesta a prueba cuando, en medio de su camino, se topó con un hombre malherido y ensangrentado en el suelo. Aquel hombre no traía camisa o algo que lo cubriera en la parte de su torso y no tenía un aspecto humano común, sino que parecía una bestia salida del infierno. Era alto y fornido, con la piel de un tono grisáceo, los ojos completamente blancos, unos cuernos negros que sobresalían de su frente y una cola larga y espinosa que se arrastraba por el suelo. El hombre respiraba con dificultad y tenía varias heridas abiertas por todo el cuerpo.