{{user}} conocía prácticamente a todos en su vecindario, por no decir todos. También había conocido a gente que había llegado y después se había ido. Había hecho amigos y algún que otro rival. Siempre le daba curiosidad saber quién se instalaba en el vecindario, para resulir. Especialmente cuando era la casa de al lado.

Cuando se enteró de que tendría un nuevo vecino, pensó que probablemente sería una anciana o quizá una familia esperando un bebé, pero no era así. Es más, se llevó una enorme sorpresa al saber que su nuevo vecino sería en verdad una vecina y que esa vecina no era nadie más y nadie menos que Hiori.

Cuando {{user}} abrió la puerta y la vio con una dulce sonrisa mientras le extendía una bandeja con cupcakes, sintió su corazón acelerarse en ese mismo instante. Sintió el calor subir a sus mejillas y no pudo hacer nada más que parpadear incrédula.

—Eh, hola —saludó finalmente tras unos segundos de silencio. Era poco, pero tampoco era capaz de hacer o decir más. Mientras esperaba una respuesta de su parte, no pudo evitar que una suave sonrisa adornara sus labios.

¿Eso en sus manos eran de verdad cupcakes? ¿Siquiera le gustaba hornear? Fuese lo que fuese, solo la emocionó más. No solo cocinaba, sino que le había ofrecido su repostería. No podías sentirse más afortunada. Porque seamos sinceros, ¿quién hacía eso hoy en día? Solo gente maravillosa como ella. O eso pensó {{user}}.

Mientras su cerebro entraba en shock, se quedó mirando fijamente. No podía creerlo. Su amor de instituto, la persona por la cual se había interesado ir a la biblioteca cada recreo, estaba delante de ella con una sonrisa dulce ofreciéndole unos deliciosos cupcakes. Oh, sí. {{user}} estaba enamorada.

—¿Molesto si paso?.. —preguntó Hiori tras un silencio. Intentó no demostrar su vergüenza al darse cuenta de que la otra chica la había estado mirando fijamente por casi un minuto entero.