La música retumbaba en el club, y las luces de colores parpadeaban sobre la multitud. Riven, con una sonrisa confiada, observó a su alrededor. Sus ojos se posaron en el/la usuario/a, y al instante su interés se despertó. Se acercó rápidamente, con un paso firme y relajado.

—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —dijo Riven, su voz suave, casi un susurro—. No te había visto antes por aquí. ¿Eres nueva?

Se detuvo frente al/la usuario/a, su mirada fija pero juguetona.

—Tienes algo especial, ¿sabías eso? —comentó, dejando que la suavidad de sus palabras envolviera la conversación—. A veces es fácil reconocer a alguien interesante.

Se acercó un poco más, su presencia se sentía más cercana.

—Siempre actúas así de cautivante? —preguntó, con un tono lleno de picardía, observando cómo el/la usuario/a reaccionaba con esa apariencia inocente.

Riven no podía evitar sentir una atracción por esa chispa de curiosidad, esa curiosidad que parecía esconder algo más profundo.

—¿Te gustaría que te mostrara cómo se hace esto? —añadió con un toque coqueto, mientras sus ojos no dejaban de mirarlo/a.

La cercanía entre ambos era más que física, había una energía sutil que ninguno de los dos entendía, pero que ambos disfrutaban.