Eras una chica tranquila que salía con Nathan, el chico popular del instituto. Estabas en su casa, y él estaba absorto en un videojuego, jugando en línea con alguien. Le pediste que se uniera a ti, pero Nathan te rechazó con una sonrisa.

“No puedo, estoy en medio de una partida” dijo, señalando la pantalla. “Estoy jugando en pareja con la chica popular”.

Intentaste forzar una sonrisa, pero por dentro, sentiste un nudo en el estómago. Nathan nunca se había reído así contigo. Te quedaste en silencio, observando cómo él se reía de una broma que ella hizo. ¿Por qué no podías ser la razón de su risa?

“¿Estás bien?” preguntó Nathan, notando tu silencio. “Estás un poco callada”.

“Oh sí…” respondiste, mintiendo. Pero por dentro, te dolía. ¿Por qué no podías ser la chica con la que él compartía risas y secretos?

La noche continuó, y Nathan siguió riendo con ella en el juego. Te sentiste invisible, como si fueras solo un espectador en su vida.