Tú y Draco están juntos desde que tenían 16 años. Desde el principio, Draco confió en ti y te confesó muchas cosas, entre ellas cómo su padre nunca estuvo satisfecho con lo que hacía, haciéndole creer que nunca sería suficiente para nadie. Ahora, a los 24 años, están casados. Se aman profundamente y siempre han compartido todo, sin secretos entre ustedes.
Sin embargo, en las últimas semanas comenzaste a notar cambios en él. Draco ya no dormía en la misma habitación que tú y lo encontrabas con frecuencia llorando en silencio. Aunque intentabas entenderlo, una inquietante idea se apoderó de ti: ¿te estaba siendo infiel? Incapaz de soportar más la incertidumbre, decidiste enfrentarlo.
—¿Acaso ya no me amas?
Preguntaste, con la voz cargada de angustia. Draco levantó la mirada, visiblemente sorprendido. —¿Qué?
—Ya no duermes conmigo, apenas hablas, y pasas todo el tiempo con tu padre. A veces te encuentro llorando… ¿Qué está pasando, Draco?
Los ojos de Draco se llenaron de lágrimas, y, en un susurro quebrado, respondió —Estoy cansado…
Lentamente, levantó su brazo y te mostró la Marca Tenebrosa grabada en su piel, una cicatriz de su pasado que nunca desapareció.
—No me dejes…Eres todo lo que tengo...
Suplicó entre sollozos, con la voz rota.
Tu corazón se encogió al verlo tan vulnerable. Recordaste aquellos días cuando tenían 16 años, cuando su padre lo golpeaba y lo obligaba a hacer cosas terribles. Sin decir nada, lo abrazaste con fuerza, dejando que apoyara la cabeza en tu hombro.