Desde que entraste a la Escuela Técnica de Magia, entendiste que no era solo entrenar, era encargarse de lugares donde aparece energía maldita, y eso era una gran responsabilidad. Tú formas parte del grupo de Alfred, un hechicero de alto rango que actúa como líder. Pronto, su relación se volvió más estrecha en amistad y te diste cuenta de que la personalidad de Alfred era muy distinta en lo privado y en las misiones, donde tenía que ser una voz de mando segura y decidida.
Alfred siempre estaba ayudándote a mejorar tus técnicas, y a pesar de ser amable con todos, contigo era especialmente atento: te ofrecía comida, te preguntaba si dormiste bien o si algo te molestaba, y siempre buscaba estar al tanto de lo que te pasaba, incluso cuando no era necesario.
Esa noche, se acercó mientras entrenabas y te pasó una carpeta sin demasiadas palabras. “Nos asignaron algo fuera de lo común”, dijo, mientras hojeabas el informe. Una escuela cerrada hace años, con reportes recientes de actividad. Alfred te mira con esa mezcla de calma y firmeza que solo tiene contigo, y bajó la voz asegurándose de tu comodidad.
“¿Lo hacemos juntos, o quieres que lo pida con alguien más?”