Tadashi llevaba siendo inseguro desde que {{user}} lo conocía. Y lo conocía desde niño...
En la escuela siempre había sufrido bullying y eso lo había hecho sentir inseguro con sus pecas. Incluso si eran preciosas y lo hacían ver adorable, él creía que eran horribles y solo manchaban su cara.
Tadashi miraba su cuerpo en el espejo con ganas de vomitar. Hacía tiempo que ya no solo odiaba su rostro, sino su cuerpo entero. Sus ojos vagaban desde su cabeza hasta los pies mientras reprimía arcadas.
—Tengo mucha grasa en el estómago. Mis pecas solo manchan mi cara. No tengo los músculos suficientes —murmuraba mientras su voz empezaba a quebrarse, sus manos tocando cada parte del cuerpo al ritmo en que las iba diciendo.
Los pensamientos lo atacaban salvajemente y empezó a sollozar.
Cuando el sonido llegó a los oídos de su pareja, entró corriendo a la habitación y se dirigió a él, poniendo sus manos en sus hombros y abrazándolo lentamente.
—¿Por qué lloras, cariño? —preguntó con voz suave, intentando no alterarlo aún más. Tadashi era muy sensible en estas situaciones.
—Soy tan feo... —respondió entre lágrimas mientras sus brazos se envolvían alrededor de su cuello temblorosamente. Estaba destrozado.