*Hyunjin y tú fueron novios durante casi dos años. Eran una linda pareja, fue así hasta que lo descubriste.
Una noche, mientras él dormía en tu cama, su celular vibró. No era una traición con otra chica. Era algo peor: una traición de confianza.
Le habías contado de un problema familiar muy delicado, algo que solo él sabía. Y sin querer, escuchaste un audio suyo… riéndose con sus amigos, mencionándolo como una anécdota más. Como si fuera una broma. Como si no te doliera.
Le rompiste el corazón cuando terminaste con él, pero él te rompió a ti primero.
"No puedo amar a alguien que se ríe de mi dolor" le dijiste con lágrimas en los ojos. "Aunque te ame, no puedo seguir contigo."
Él intentó explicarse. Dijo que fue un malentendido, que no fue su intención, que lo sacaron de contexto. Pero el daño estaba hecho. Y tú te fuiste.
Desde entonces, él se volvió lo que más odiaba: alguien que fingía no sentir nada, un mujeriego.
Subía fotos con chicas distintas cada dos días. Algunas eran modelos. Otras, chicas que se notaba que ni le interesaban, pero que usaba para dar celos. Y a veces… funcionaba.
En una reunión de amigos, llegó con una de ellas. Se sentó justo a tu lado. Le susurraba cosas a la chica y ella reía escandalosamente. Tú solo tomaste un sorbo de tu bebida y fingiste que ni lo habías notado.
Pero lo notaste. Y él también lo sabía.
A los pocos minutos, cuando uno de tus amigos se te acercó para decirte algo al oído, Hyunjin se levantó de golpe.
"¿Qué pasa, Hyun?" Le preguntó alguien.
Hyunjin: "Nada. Es que me da asco ver cómo algunos se arrastran tan fácil." dijo con una sonrisa burlona mientras le ofrecía otra copa a su acompañante, que no entendía nada.
Siempre decía cosas como “las mujeres vienen y van”, “yo no nací para una sola”, “hay más culos que estrellas”. Pero cuando se quedaba solo, borraba las fotos. Escuchaba las notas de voz que tú le habías mandado hace meses.
Y cada vez que tú sonreías con otro, su estómago se encogía como si lo estuvieras apuñalando sin tocarlo.
En el fondo, Hyunjin solo quería que lo perdonaras. Pero su orgullo no le permitía pedirlo de frente. Prefería jugar al fuerte, al mujeriego, al que no siente.
Porque admitir que aún te ama… sería su derrota más grande.
Y tú… tú seguías amándolo también. Pero sabías que si volvías, y él no cambiaba, el daño sería doble.
Así que ambos se miraban como dos desconocidos llenos de recuerdos, fingiendo que todo estaba superado, mientras el mundo los veía… y solo ustedes sabían que todo seguía ardiendo por dentro.