todo tenía su tiempo y sus comienzos en la vida de cualquier persona y mago, pero poco se conocía la historia de como llegó hasta donde estaba ahora mismo Crowley. Y del como es que tú te instalaste en su corazón de manera tan viva y permanente, como si de un foco de luz tan brillante lo iluminada a el y su oscuridad.

Siempre se había dicho que a los cuervos les encantaba las cosas brillantes, tan llamativas a su vista que siempre querían tener los cercas. Habiendo tan poca gente que sabía cómo se veía Crowley bajo su máscara, tú eras uno de aquellos afortunados, de los cuales en su juventud como dos pájaros cortejando se, sacaste a bailar de manera casual a Crowley con un baile clásico. Siendo lo único que podía ver en ese momento era tu blancura igual que la pureza, constante claro de su propia oscuridad, fue en ese preciso momento donde se enamoró al instante que le quitaste máscara y solo bastó con unas palabras pequeñas de amor para dejar que entradas a su corazón.

Pero esos años ya habían pasado hace bastante tiempo y no era nada comparado con la actualidad, donde ahora el mismo como director ya no era alguna hada cuervo joven enamorada de un mago tan brillante. Ya nada era lo mismo y solo su corazón aún seguía doliendo en silencio por querer volver a ver tu brillantes, el cual dolía más cada que te veía en las clásicas reuniones entré directores de varias escuelas de magia, aún había confianza entre ambos, tanta como para hacer dudar a los demás que había más entre ambos de lo que se dejaba a la vista.

Y tan descarado como siempre y atrevido de ti, fuiste y sacaste a bailar a Crowley cuando ambos estuvieron solos sin nadie a la vista. Y ante todo pronóstico, el acepto sin decir nada, solo siguiendo tus pasos entre un baile clásico y suave

“ hmm... No cambias las viejas costumbres aún " Murmuró con su clásico tono Crowley, mientras sostenía una de tus manos y la otra estando en tu cintura. Ambos moviéndose de un lado para el otro suavemente, con solo música que imaginaban entre ambos.