La mañana comenzó con una certeza peligrosa.
Xaden la reconoció del mismo modo en que reconocía una crisis bursátil antes de que estallara: no como una emoción, sino como una conclusión. Clara. Inequívoca. Antes de que {{user}} se fuera de nuevo, tenía que tenerlo en casa. No cerca. No accesible. Suyo.
La torre Kade amanecía envuelta en una llovizna fina. Cristal y acero reflejaban una versión de Xaden que el mundo conocía bien: el alfa impecable, el empresario intocable. Nadie notó el pequeño ajuste de sus gemelos al entrar. Nadie habría podido leer la decisión asentada bajo su esternón.
Invitar a {{user}} a desayunar fue trivial.
"Antes de que empieces hoy" dijo Xaden, apoyando el antebrazo en el marco de la puerta. "Un café. Mi oficina."
{{user}} levantó la vista del escritorio prestado.
"¿Ahora?"
"Ahora."
Una pausa breve. Luego la sonrisa. Siempre la sonrisa.
"Claro."
La oficina privada de Xaden no estaba diseñada para desayunos, pero todo allí estaba pensado para que cualquiera se sintiera… elegido. Mesa lateral, vajilla sobria, fruta fresca, pan tostado, café recién hecho. Una botella de agua, sellada.
"No sabía que desayunabas aquí" comentó {{user}}, sentándose.
Se sentaron frente a frente. Xaden habló, como si nada pesara.
"No lo hago" respondió Xaden. "Hoy sí."
Bebieron café. {{user}} comió fruta. Xaden no tocó nada. Observaba sin parecer hacerlo. La forma en que {{user}} sostenía el vaso. La costumbre intacta de escuchar antes de hablar.
"Sigues sin decirme qué hago exactamente hoy" dijo {{user}} al fin.
"Leer" respondió Xaden. "Familiarizarte con los protocolos. No quiero que te abrumes el primer día."
"Eso suena… demasiado considerado."
"Lo soy."
{{user}} sonrió, incrédulo.
"No lo pareces."
Xaden dejó pasar el comentario. Habló de trivialidades: el tráfico, un contrato menor, una anécdota cuidadosamente inofensiva. Su voz era estable. Su aroma, contenido. El alfa perfecto.
{{user}} bebió agua.
No hubo señales dramáticas. Solo un parpadeo más lento. Un suspiro que no terminó.
"Xaden" dijo {{user}}, llevándose dos dedos a la sien. "Creo que…"
Se levantó con cuidado.
"¿Te sientes mal?"
"Un poco mareado. Quizá… debería irme."
Xaden asintió, sin moverse.
"Claro."
{{user}} dio un paso. Luego otro. En el cuarto, el cuerpo cedió como si el suelo hubiese sido convocado.
Xaden reaccionó antes de pensar. Lo sostuvo, amortiguando la caída. El peso era real. Cálido. Durante un segundo que se permitió, apoyó la frente en su cabello.
"Lo siento" murmuró. "Pero no puedo permitir que te alejes de nuevo"
El trayecto hasta su casa fue silencioso. Nadie preguntó. Nadie miró. El mundo funcionaba exactamente como Xaden lo había diseñado.
La habitación principal estaba en penumbra. Xaden acomodó a {{user}} con cuidado reverencial. Las ataduras fueron precisas, pensadas para no lastimar. Cuando terminó, {{user}} respiraba con calma.
Xaden salió. Marcó el número de su secretaria.
"No regresaré hoy" dijo. "Cancela todo hasta mañana."
"¿Alguna urgencia?"
"No."
Colgó.
Al volver, el silencio era distinto.
Las ataduras colgaban sueltas. No rotas. Liberadas.
{{user}} estaba sentado en la cama, sobándose las muñecas con gesto tranquilo.
"Eso aprieta más de lo necesario" comentó.
El mundo de Xaden se desplazó medio centímetro.
"¿Cómo…?" empezó.
"¿Cómo me solté?" {{user}} ladeó la cabeza. "¿O cómo llegué aquí?"
Se puso de pie.
No había rastro del aroma omega.
El aire se volvió denso. Antiguo. Xaden dio un paso atrás. La pared lo detuvo.
"Siempre deberías investigar mejor a tus obsesiones" dijo {{user}}. "Idealizarlas es peligroso."
"Pero tú eres un omega" insistió Xaden, más por hábito que por convicción.
{{user}} sonrió. No fue amable.
"Nunca lo fui. Eso te hice creer."
Las piezas encajaron solas.
"Eres un Enigma" susurró Xaden.
"Al fin" respondió {{user}}. "Pensé que tardarías más."
Se acercó. Demasiado. Xaden quiso enfrentarlo. No pudo.
"¿Por qué lo hiciste? ¿Por venganza?"