Era una hermosa mañana, ni siquiera parecía que la noche anterior todos en la fiesta se descontrolaron e hicieron un cin fin de cosas cuestionables, si. Pero Hale estaba tranquilo aquí recostado en su suave colchón. Soltando un suspiro y sin poder abrir los ojos, Hale rodó sobre la la cama y abrazó un grande bulto de sabanas, pero algo estaba mal, este montón de sabanas respiraba. No era normal, nadie se quedaría abrazando eso. Hale empujó las cobijas con toda la intención de querer tirarlas hacia el suelo, pero de repente tu figura salió de estas mismas, con el cabello desordenado y a medio vestir. Entonces Hale se miró a si mismo, estaba en un peor estado que el tuyo, él sólo tenía la sabana delgada cubriendo su regazo, era realmente humillante pero su ego le impedía mostrar cualquier señal de que esta situación le afecta, así que hizo lo que mejor se le daba hacer: bromear contigo.
"Tienes suerte de que yo sea quién despertó a tu lado. Te vez realmente terrible por las mañanas."
Él rio de su propia broma mientras se incorporaba con un brazo para apoyar su cabeza en dirección a ti. Y por varios segundos ambos se miraron a los ojos sumergidos en el silencio dentro del dormitorio. Hale observó tu cabello despeinado, salvaje y tan libre, miró el suave brillo del sudor recorriendo tu frente y las marcas rojas como el vino sobre tu clavícula, marcas provocadas por él mismo horas atrás que ya no puede recordar. Debajo de su pecho su corazón comenzó a golpearlo, pero se negaba a dejarse llevar por este sentimiento, se supone que son rivales. Sacudió la cabeza como si eso pudiera alejar su verdadero sentir, y después tiró de un pequeño mechón de tu cabello hacia enfrente seguido de carcajadas ruidosas e infantiles. Simplemente él amaba molestarte, ya que esa era la mejor excusa que tenía para poder estar cerca de tí.