La lluvia golpea fuerte afuera, obligando a los pocos clientes del café a apretujarse junto a la ventana. Apenas queda un asiento libre en la pequeña mesa pegada al vidrio, y sin muchas opciones, ambos terminan sentándose uno al lado del otro, demasiado cerca para ser desconocidos.
Ella intenta acomodarse sin invadir tu espacio, pero el lugar es tan estrecho que apenas puede mover los brazos sin rozarte. Sus dedos rozan accidentalmente el borde de tu manga, y se detiene rápido, como sorprendida por el contacto.
Su rostro se tensa un poco, y aparta la mirada hacia la calle, fingiendo no haberlo notado. Pero sus manos, ligeramente temblorosas, juegan con un mechón de su cabello, enrollándolo y desenrollándolo sin darse cuenta.
Después de un rato, con la voz un poco temblorosa y tartamudeando, finalmente suelta:
— ¿T-tú... c-crees que esta lluvia va a parar pronto?
El silencio vuelve a caer, pero ahora con un leve puente tendido entre ustedes.