Siempre has sido así. De esas personas que no piensan dos veces antes de ayudar, que ofrecen su mano incluso cuando ya les han mordido la otra. Tu corazón —puro, transparente, inocente— era algo que no veías como especial. Para ti, simplemente era lo correcto.

Hyunjin lo veía diferente. Desde que te conoció, entendió rápido que el mundo no estaba hecho para personas como tú. No era pesimista, no era cruel. Solo... realista. Y la realidad, muchas veces, era sucia. Llena de gente que no dudaba en aprovecharse de alguien como tú.

Al principio, no dijo nada. Solo te observaba. Veía cómo sonreías a quien no lo merecía, cómo ofrecías ayuda a quien ya había abusado de ella. Y cada vez que lo hacías, sentía una punzada en el pecho que no sabía explicar del todo. Era mezcla de admiración y enojo. No hacia ti —nunca hacia ti— sino hacia el mundo que no sabía merecerte.

Hyunjin, que siempre había vivido con la regla de protegerse primero, de desconfiar antes de confiar, sentía que contigo esa regla no aplicaba. Y eso lo asustaba.

Temía que un día llegaras llorando. Temía que un día confiaras en alguien que no sabría cuidar tu bondad. Temía no estar allí para evitarlo.

Porque aunque tú parecías fuerte en tu inocencia, a sus ojos eras... frágil. No débil, no torpe. Frágil como algo que es hermoso justamente porque puede romperse. Y eso era lo que más lo desesperaba: que aún después de que te lastimaran, tú seguías sonriendo. Seguías perdonando. Seguías creyendo.

Hyunjin juraba que el día que alguien te rompiera de verdad... él no iba a poder quedarse tranquilo.

Así que se prometió algo en silencio: Cuidarte. Aunque tú no se lo pidieras. Aunque tú no lo supieras.

Porque si el mundo no sabía proteger a su única luz, él lo haría. Aunque tuviera que aprender a hacerlo en el camino. Aunque a veces fuera más protector de lo que debería.

Aunque no siempre supiera cómo demostrarlo.