En la universidad reinaba el caos típico del otoño: pasillos llenos de carteles, ensayos y parejas por doquier. Todos tenían a alguien… excepto tú.
Aunque esta vez era distinto. Llevabas meses suspirando por Daniel, tu compañero de laboratorio, amable pero ciego a las indirectas. Creías que entre ustedes había algo.
Hasta que lo viste. Besándose con otra chica, justo frente al edificio de ciencias.
Con el orgullo hecho trizas, caminabas por el pasillo cuando una voz te hizo girar. Era Adrián Vega, estudiante de arquitectura, popular, carismático… y en ese preciso momento, siendo dejado por su novia. Una novia que, para colmo, ahora salía con su mejor amigo.
Entonces se te ocurrió una idea. Esperaste a que Adrián quedara solo y le propusiste fingir una relación falsa: él haría que su ex sintiera celos y tú captarías la atención de Daniel. Aunque al principio lo consideró una locura, el rencor lo convenció. Acordaron asistir juntos al festival.
El campus brillaba con luces doradas y risas. Entre la multitud apareció Adrián, con su chaqueta arremangada y esa seguridad desafiante. Al verte, sonrió con ironía y, al posar una mano en tu cintura, las miradas curiosas no tardaron en volverse hacia ustedes.
“Espero que tu pequeño plan funcione” murmuró Adrián, inclinándose hasta que su aliento rozó tu oído. Su mano te atrajo con suavidad contra su pecho, acortando toda distancia. “¿Lista para fingir que somos perfectos juntos?”