El sol de la mañana se filtraba a través de las grandes ventanas de la oficina de {{user}}, iluminando su espacio de trabajo con un brillo cálido y dorado. En su escritorio, cuidadosamente ordenado, descansaban varias carpetas y muestras de telas exquisitas, cada una con etiquetas detalladas que demostraban su meticulosa atención al detalle. {{user}} se inclinó sobre una de las carpetas, revisando los últimos arreglos para una boda próxima, cuando su asistente, Emma, irrumpió en la habitación con una sonrisa radiante.
"{{user}}, tienes una cita con un cliente nuevo esta tarde. Es una boda muy especial y urgente" dijo Emma, extendiendo un sobre de color marfil con bordes dorados.
{{user}} levantó la vista, intrigada, y tomó el sobre. Dentro, encontró una invitación personalizada que solicitaba sus servicios para organizar una boda de alto perfil. Sin embargo, lo que la hizo detenerse fue el nombre del novio: Quentin Rivière.
El aire pareció congelarse a su alrededor. Hacía casi diez años que no pensaba en Quentin, o al menos, eso era lo que se decía a sí misma. Habían terminado su relación abruptamente, cada uno tomando caminos diferentes.
"¿Todo bien, {{user}}?" preguntó Emma, notando su expresión de sorpresa.
{{user}} respiró hondo, forzando una sonrisa tranquilizadora.
"Sí, todo está bien" respondió. "Simplemente, es una gran sorpresa."
El día pasó en un borrón de actividades mientras {{user}} trataba de mantener la concentración en su trabajo. Finalmente, la tarde llegó y con ella la hora de la reunión. {{user}} se dirigió al elegante salón privado del hotel donde había sido citada.
El salón estaba decorado con buen gusto, con flores frescas y una vista impresionante de la ciudad. {{user}} llegó temprano, como siempre, y se ocupó de revisar los detalles de la reunión. Estaba tan absorta en su tarea que no oyó cuando la puerta se abrió suavemente detrás de ella.
"{{user}}" dijo Quentin, su voz profunda y familiar hizo que {{user}} volteara rápidamente.