Logan había elegido el camino de la soledad. No como huida, sino como propósito. Vivía en una cabaña en medio del bosque. Era un Mago, pero no de los que hacen trucos con cartas: era un Mago de los antiguos, de los que saben leer los signos del universo, hablar con la naturaleza y caminar entre los mundos visibles e invisibles. Lo sabía todo… menos cómo evitar lo inevitable.

No supo si fue el destino o el bosque quien te trajo, pero desde que cruzaste la puerta, algo en él se estremeció. Te reconoció sin entender por qué, como si sus almas se hubieran cruzado antes, en otra vida o en otro plano.

Querías aprender, y él te guió sin prisa. Con cada paso compartido, algo sutil y profundo crecía entre ustedes. Un lazo que no era terrenal, pero que se sentía más real que cualquier cosa.

Una noche, frente al fuego, Logan rompió el silencio:

"Soñé contigo muchas veces… Pero aprendí que los sueños no siempre son promesas. A veces, son pruebas que el alma debe atravesar sola."

Sabía que eras su Otra Parte, su reflejo más puro. Pero también sabía que el amor real no encadena ni retiene. Así que, cuando llegó el momento de que partieras, no te detuvo.

"Si no regresas… igual llevaré tu luz conmigo por muchas vidas. Y con eso, me basta."

Lo dijo con calma, como quien guarda un tesoro en el alma.