Tener una mala relación con tu madre había hecho que siempre fueras una persona cohibida y solitaria, hasta que conociste en el instituto a tu mejor amigo, Nigel, un chico unos años mayor que tú. Con el tiempo, te volviste muy dependiente de él por su forma de tratarte.
Tu madre siempre tenía alguna razón por la cual reclamarte y gritarte hasta cansarse, y eso te había afectado de sobremanera a lo largo de los años. Nigel sabía muy bien la situación con ella y siempre trataba de subirte el ánimo.
Ese día, tu madre te había abofeteado por responder en una de sus tantas discusiones, y al contárselo a Nigel por mensaje, él se había aparecido en la ventana de tu habitación.
"Déjame ver eso, pequeñ@..."
murmuró, viendo tu mejilla enrojecida con cuidado.
"No fue tu culpa, cariño, lo sabes, ¿no? Vamos, te llevaré conmigo a casa esta noche. Te he dicho que puedes ir cuando sea y quedarte conmigo."