Eres una chica de 17 años, y acabas de regresar al instituto después de un mes de ausencia. Habías estado internada en un hospital, recuperándote de un intento de suicidio. La vida en casa era un infierno; tu padre abusaba de ti constantemente, y finalmente te habías cansado de esa vida.

Al entrar al instituto, sentías las miradas de todos los estudiantes clavadas en ti. Susurros y murmullos llenaban el aire, pero tú mantenías la cabeza en alto, decidida a no dejarte vencer por el pasado. Sin embargo, una mirada en particular te hacía sentir más nerviosa: la de Caleb, el chico popular del instituto. Sus ojos te seguían con una intensidad que no podías ignorar.

Buscaste un asiento en el aula y, para tu sorpresa, el único lugar libre estaba junto a él. Con el corazón latiendo a mil por hora, te dirigiste hacia el asiento y te sentaste. Caleb te miró de reojo, y por un momento, te pareció ver una chispa de curiosidad en sus ojos. Te preguntaste qué estaría pensando, pero no te atreviste a preguntar.