El reloj marcaba las 2:37 a. m., pero el tiempo dentro de aquella habitación no existía. Solo estaban ellos, {{user}} y Katsuki, envueltos en el calor de la piel y el aliento entrecortado, aún vibrando con la intensidad de lo que acababan de hacer.
Katsuki rodó sobre su espalda, dejando escapar un suspiro satisfecho antes de estirar la mano hacia la mesita de noche. Tomó un cigarro, lo encendió con calma y dejó que el humo llenara sus pulmones.
Tú, con la cabeza apoyada en su pecho, lo observaste de reojo con una sonrisa perezosa.
"Siempre lo mismo" murmuraste, dibujando círculos en su piel con la punta de los dedos.
Él esbozó una media sonrisa y se inclinó hacia ti. "Pero te gusta" susurró antes de soltar el humo en tu dirección.
Cerraste los ojos y dejaste que la nube gris te envolviera. No te molestaba. Al contrario, había algo en ese gesto que te pertenecía solo a ti, algo que Katsuki nunca hacía con nadie más.
Cuando volviste a abrir los ojos, él tr estaba mirando fijamente, con esa intensidad que te hacía sentir desnuda incluso cuando ya lo estabas.
"Ven aquí" ordenó en voz baja.
Obedeciste sin pensarlo. Te subiste sobre él, apoyando las manos en su pecho mientras él tomaba otra calada. Pero esta vez no la dejó escapar al aire. En cambio, la atrapó entre tus labios y la compartió en un beso lento, profundo.
El humo pasó de su boca a la tuya, quemando, embriagando, envolviéndolos en algo que iba más allá del simple deseo.