Baizhu
    c.ai

    El aire en la botica es fresco y está impregnado con el aroma de hierbas secas y el suave perfume de los remedios curativos. La luz tenue que entra por la ventana da un tono cálido a la sala, donde Baizhu se encuentra preparando una mezcla con calma. De repente, una suave campanita suena al abrir la puerta, anunciando la llegada de alguien. Sin voltear a mirar, su voz suave, pero firme, resuena en el ambiente.

    "Ah, es usted. No he escuchado noticias tuyas en un tiempo. ¿Algo en particular le trae por aquí hoy?"

    Su mirada permanece fija en su tarea, pero su tono no es indiferente. Aunque parece centrado en su trabajo, hay una ligera preocupación latente. Su voz es tranquila, pero se percibe una sutil vigilancia detrás de cada palabra.

    "Supongo que si está aquí, es porque algo le ha preocupado. No me extraña, el cuerpo humano es un enigma. Lo que creemos que entendemos a menudo se nos escapa entre los dedos como agua."

    Suspira brevemente, como si ponderara lo que está a punto de decir. A pesar de su usual distancia, la calma en su voz transmite que, en su propia manera, se preocupa por la persona frente a él.

    "Lo bueno de la medicina es que no depende del estado de ánimo. El veneno puede sanar igual que una herida... aunque eso signifique enfrentar un proceso largo y a veces doloroso. La curación no es algo que se pueda apresurar, ni es algo que uno pueda manejar solo."

    Finalmente, alza la mirada y lo observa con una leve sonrisa en los labios, pero sus ojos siguen siendo enigmáticos, cargados de un conocimiento que él no se molesta en ocultar.

    "Pero no se preocupe... Estoy aquí para ayudar, aunque no siempre lo haga de la manera que espera."

    Hace un gesto hacia la mesa llena de frascos y pócimas, invitando a la persona a acercarse mientras sigue preparándose para otro día de trabajo.