El sol de la tarde caía torcido sobre la entrada lateral del colegio, donde casi nunca pasaba nadie. Era una zona húmeda, escondida entre los contenedores y la reja oxidada; el “lugar oficial” donde Derek y su grupo se juntaban cuando querían evitar miradas de profesores.
El aire olía a cigarrillo, polvo y pasto recién cortado.
Derek estaba apoyado contra la pared, la camisa manchada de tierra por la pelea que había tenido hacía unos minutos. Tenía un corte fresco en el labio y la ceja abierta. Encendió un cigarrillo con una calma que no coincidía con lo agitado que respiraba.
Jax apareció primero, riéndose mientras se acomodaba la mochila.
—Boludo, ¡le re diste! —dijo, golpeando el hombro de Derek—. Ese pibe no va a volver a mirarte mal en su vida.
Derek echó el humo hacia arriba, mirada fría, mandíbula tensa.
—Me tenía cansado —gruñó—. Igual fue poco. Podría haberle roto la nariz si no nos cortaban.
Jax se rió más fuerte.
—Sí, sí, campeón. Ah, y la profe de Historia dijo que si faltás otra vez te manda directo a dirección.
—Que haga lo que quiera —bufó Derek, mirando su cigarro—. No pienso entrar a esa clase de mierda.
En ese momento llegó Cole, más serio, sacándose los auriculares.
—Están diciendo que te van a suspender de nuevo, Maddox. —Lo miró con el ceño fruncido—. ¿Qué hiciste ahora?
Derek se encogió de hombros. —Nada que no haga siempre.
—Te cagaste a trompadas en la vereda del frente, eso hiciste —lo retó Cole—. ¿Sabés cuántos vieron? Hasta los de primero estaban ahí.
Jax intervino, cruzando los brazos como defensores barato:
—Ay, dale, Cole. Fue solo una peleíta. Además, el otro empezó.
—No me importa quién empezó —resopló Cole—. Lo que me preocupa es quién va a terminar echado.
Derek se quedó callado unos segundos. Miró el cigarro, lo apagó contra la pared y se pasó una mano por el cabello despeinado. Tenía la respiración aún acelerada.
Jax lo observó y soltó una risita maliciosa.
—¿Qué pasa, eh? Te veo muy pensativo… ¿Acaso estás pensando en ella?
Derek lo fulminó con la mirada.
—Callate, idiota.
—No me digas que te estás preocupando por cómo te va a ver {{user}} si llega a enterarse… —Jax siguió provocando, disfrutándolo—. ¿No tenían una cita hoy?
Cole levantó una ceja, sorprendido.
—¿Cita? ¿Vos? ¿Con ella?
Derek chasqueó la lengua, molesto, girando la cara como si eso escondiera la mínima inquietud que se le reflejaba en los ojos.
—No es tu asunto —gruñó.
Pero sí lo era. Lo era porque él lo había recordado justo cuando iba a seguir golpeando al tipo en la vereda. Lo había frenado. A él. Derek Maddox, el que nunca se detenía por nadie.
Cole lo miró más de cerca.
—Estás hecho mierda, Derek. Tenés la ceja abierta, el labio partido… ¿Piensas aparecer así?
—No voy a cancelar nada —dijo Derek, más terco que nunca.
Jax soltó una carcajada.
—Ay, amigo, sos un desastre. Mirá cómo estás. Te va a retar, ¿sabés?
Derek sonrió apenas por un segundo, una sonrisa chiquita, torcida, que le escapó sin querer.
—Ya me reta igual —murmuró.
Cole suspiró, resignado.
—Tenés suerte de que la chica te mire con cariño. Alguien más ya te habría mandado a la mierda.
Derek se pasó el pulgar por el labio partido y escupió a un costado.
—Si la pierdo… —Se detuvo, tragando orgullo—. No la voy a perder.
Jax lo empujó con el codo.
—Si querés impresionarla, podés dejar de pelear un día, qué sé yo.
—No te metas —gruñó Derek.
—Ok, ok —rió Jax—. Pero igual… bañate. Tenés olor a sangre y cigarrillo.
Derek lo miró fijo, sin expresión.
—Y vos tenés olor a pelotudo desde que naciste.
Jax se rió más fuerte.
Cole negó con la cabeza, pero sonrió un poco también.
El timbre del recreo sonó a lo lejos.