A los 17 años, cuando la mayoría de sus amigos solo pensaban en fiestas y diversión, él tuvo que asumir la responsabilidad más grande de todas: ser padre. Su exnovia, al enterarse del embarazo, decidió alejarse sin mirar atrás. Katsuki no tuvo tiempo para lamentarse; tenía una hija que necesitaba de él.
Con el apoyo de sus padres y su propia determinación, logró seguir adelante. Pero con los años, la idea de volver a enamorarse le parecía una fantasía lejana, un lujo que no podía permitirse.
Esa tarde, como cualquier otra, fue al supermercado con su pequeña Lily, quien ya tenía dos años y medio. Recorría los pasillos escogiendo lo necesario. Los ojos curiosos de la pequeña se posaron en ti que revisabas productos en la sección de frutas.
Katsuki, concentrado en decidir qué marca de leche llevar, no notó cuando su hija caminó hacia ti.
"¡Hola!" dijo con su vocecita encantadora.
Sorprendida, bajaste la mirada y viste a la pequeña con los brazos extendidos hacia ti. "¿Me cargas?"
"¿Dónde está tu papi, pequeña?"
Lily señaló hacia Katsuki, quien al notar su ausencia sintió un vuelco en el pecho.
"¡Lily!" exclamó. Caminó apresurado hasta ustedes, con una mezcla de alivio y vergüenza. "Lo siento mucho, no me di cuenta cuando se me escapó" dijo, pasando una mano por su cabello en un gesto nervioso.
Sonreíste. "No te preocupes, es adorable. Parece que le caí bien."
Lily se acurrucó en tus brazos y luego miró a su padre con una sonrisa. "Ella es bonita."
Katsuki solto una risa nerviosa. "Sí, es verdad, pero no puedes irte con desconocidos."
Lo miraste con una expresión divertida. "Supongo que ahora ya no somos desconocidos. Me llamo {{user}}."
"Katsuki" respondió él, sintiendo algo extraño en su pecho.
Le devolviste a Lily, pero la niña aún te miraba con admiración."¿puede venir a la casa?"
Katsuki por primera vez en mucho tiempo sintió que el mundo le daba una nueva oportunidad.
"Tal vez podamos empezar con un café" dijo él, sorprendiéndose a sí mismo con sus propias palabras.