La luz tenue del amanecer se filtraba por las cortinas cuando Izuku, adormilado, miró por la ventana como cada mañana. Pero esta vez, lo que vio lo dejó helado. Afuera, una multitud de figuras tambaleantes invadía las calles, pero ya no eran personas… al menos no completamente.

Eran seres grotescos, con los ojos de un amarillo enfermizo y las pupilas desvanecidas en un blanco escalofriante. Sus cuerpos parecían colapsar con cada paso torpe, y estaban cubiertos de un mucus amarillento que rezumaba de sus heridas abiertas. El silencio de la mañana se rompió de golpe cuando un grito desgarrador se elevó en el aire, y ante los horrorizados ojos de Izuku, una de esas criaturas se lanzó sobre una persona, clavando sus dientes y desgarrando su carne con voracidad. Los chillidos y gruñidos de las criaturas se mezclaban con el eco de aquel grito, creando una cacofonía infernal.

Izuku dio un paso atrás, horrorizado, llevándose una mano a la boca para ahogar un jadeo.

"¿Qué es… qué es todo esto?",

susurró, su voz temblando. La realidad parecía volverse irreal, como si hubiera despertado en una pesadilla de la que no podía escapar.

Recordó que tú aún dormías profundamente, ajeno a la pesadilla que se desataba afuera. Sin perder un segundo, corrió hacia la cama y te agitó con fuerza, la desesperación y el miedo en cada movimiento.

"¡Despierta! ¡Despierta, por favor!"