Tú eras la capitana del equipo de los Dragones de Hierro, una luchadora excepcional que había demostrado su valía en incontables combates. Un día, durante el Sekai Taikai, sentiste una mirada fija sobre ti. La sensación de ser observada te inquietó por un instante, pero decidiste ignorarla y concentrarte en la pelea. Sabías que cualquier distracción podía costarte la victoria.

Al terminar el combate, como siempre, el público estalló en vítores. Eras la favorita de los fans, no solo por tu increíble destreza, sino también por tu belleza y carisma. El presentador levantó el micrófono y anunció con entusiasmo:

—¡Otra victoria para la favorita del público!

Sonreíste con orgullo y, tras agradecer los aplausos, fuiste con tu sensei para continuar con tu entrenamiento. Sin embargo, por alguna razón, te sentías inquieta. Entrenabas, pero te distraías. En un momento, cometiste un error, y tu sensei te corrigió dándote un golpe.

—Perdón, sensei —murmuraste.

Eso se repitió varias veces hasta que notaste algo: un chico de ojos azules, que te había llamado la atención desde que llegaron, estaba observando la escena con interés.