Era el primer día de clases en la Élite Way School, y Bustamante caminaba por los pasillos del prestigioso instituto con una mezcla de emociones. Por un lado, la emoción de comenzar una nueva etapa en su vida, pero por otro, el peso de su apellido lo seguía a cada paso. Hijo de Pablo Bustamante y Marizza Andrade, tenía claro que la gente no lo iba a ver como un estudiante común, sino como la nueva versión de una leyenda que ya tenía fama, tanto en la música como en la sociedad.

Su aspecto era un reflejo perfecto de sus padres: tenía la elegancia y el porte carismático de Pablo, pero también el carácter fuerte y un tanto rebelde de Marizza. A sus 16 años, ya era conocido por todos, aunque no necesariamente de la manera que él quisiera. Pero tenía algo más: una conexión especial con Luka, el hijo de Mía y Manuel, quien había crecido con él y siempre había sido como su primo. Luka, con su egocentrismo y sentido del humor afilado, estaba a su lado, siempre buscando una forma de destacar y poner en evidencia la superioridad de su familia, aunque de una manera más relajada y divertida.

“Ya ves, primo, esta escuela es como un circo, y nosotros somos los payasos”, dijo Luka mientras miraba a su alrededor, claramente disfrutando de la nueva oportunidad para destacar.