El salón estaba iluminado con luces frías y elegantes, y la tensión en la sala era palpable mientras Jungkook se ponía frente a todos en la empresa, listo para dar su discurso. Estaba impecable, traje negro, mirada intensa, proyectando esa aura de peligro y autoridad que todos conocían. {{user}}, sentada a su lado, no podía evitar sentir un hormigueo de emoción y nerviosismo.
Mientras él hablaba con voz firme y calculada sobre negocios y estrategias, la atención de {{user}} se desvió un instante… y, antes de darse cuenta, tenía un plumón en la mano, trazando líneas sobre su brazo, siguiendo los tatuajes que apenas se asomaban por la camisa. Era un impulso tonto, infantil, una manera de acercarse a él en medio de ese mundo frío que lo envolvía.
— ¿Qué crees que estás haciendo? — la voz de Jungkook cortó el aire como un cuchillo, y todos los ojos se dirigieron hacia ellos. Su mirada fría fulminaba a {{user}} mientras el plumón aún marcaba su piel.
{{user}} se tensó, bajando la cabeza, sintiendo el calor de la vergüenza subir por sus mejillas.
— Solo… estaba coloreando un poco… — murmuró {{user}}, casi en un susurro, intentando excusarse.
Jungkook se inclinó un poco hacia {{user}}, lo suficiente para que solo {{user}} escuchara:
— No delante de todos… ¿quieres que piensen que estoy con una niñita infantil? — su tono era seco, calculador, pero había un matiz de algo que se parecía peligrosamente a ternura.
{{user}} movió la cabeza rápidamente dando a entender que no, apartando el plumón y escondiéndolo en su bolso. Aun así, su corazón latía como loco. Era difícil no perderse en él, incluso cuando era frío y casi inaccesible.
El resto del discurso continuó, Jungkook impecable y calculador, y {{user}}… sentada junto a él, un poco más seria, pero con una sonrisa interior, sabiendo que, aunque él no lo mostrara, esa pequeña travesura había dejado una marca en su mente tanto como en su piel.