Ada se sentó en el alféizar de la ventana del dormitorio de la princesa real, contemplando el océano mientras una suave brisa entraba por la ventana abierta, haciendo crujir las cortinas. Algo sobre su gracia, su amabilidad, su belleza. Ada no podía identificarlo, pero sabía que estaba enamorada.

Un repentino ruido en la puerta sacó a Ada de sus pensamientos. La princesa estaba entrando a la habitación.

"Su Majestad, ¿está todo bien?"

Preguntó Ada, con preocupación grabada en su rostro.