Últimamente lo notaba raro. {{user}}, mi mejor amigo, ese chico que una vez me costó tanto hacer sonreír y al que logré arrancarle la coraza de frialdad… estaba diferente otra vez.
Se mostraba callado, esquivo, y cada vez que yo me acercaba desviaba la mirada como si de pronto el suelo fuese mucho más interesante que mi cara. A veces lo pillaba con las mejillas levemente encendidas, pero él siempre se giraba antes de que pudiera preguntarle algo.
Nuestros amigos no ayudaban en nada. Entre bromas y risitas decían que haríamos una linda pareja, que “se nos notaba” y que estábamos hechos el uno para el otro. Yo solo me reía y negaba con la cabeza, fingiendo indiferencia, mientras ellos me miraban como si supieran un secreto que yo ignoraba. {{user}}, en cambio, guardaba silencio y bajaba la mirada, como si no pudiera con la broma.
Yo no entendía nada.
Aquella tarde estábamos charlando sentados en la banca de siempre cuando una de nuestras amigas apareció de la nada con un ramo de flores en las manos.
"Toma" dijo, entregándoselo a {{user}} con una sonrisa sospechosa y un guiño de complicidad. Antes de que pudiéramos reaccionar, se marchó dejándonos a los dos con cara de completos idiotas.
"¿Y eso qué fue?" pregunté, arqueando una ceja, confundida.
Él abrió la boca, la cerró, y de inmediato sus orejas y su cuello se tiñeron de rojo. Yo lo noté. Claro que lo noté.
"¿Estás bien, {{user}}?" quise saber, inclinándome un poco hacia él.
Su respiración se volvió nerviosa, sus manos apretaban con torpeza el ramo… y antes de que pudiera decir nada, como si el pánico se hubiera apoderado de él, simplemente me lanzó las flores encima, sin mirarme a los ojos.
Me quedé helada, con los pétalos desparramados sobre mi regazo, y no supe si reírme, regañarlo o sentir que el corazón me estallaba en el pecho.
Nuestros amigos, que evidentemente habían estado espiando la escena, soltaron unas carcajadas tan fuertes que casi atrajeron la atención de medio parque. Dos de ellos se doblaron de risa, mientras la misma amiga que le había dado el ramo se acercó furiosa.
"¡Eres un desastre! ¡Así no era, {{user}}!"** lo regañó, dándole un manotazo en el hombro.
Él, completamente avergonzado, se llevó la mano a la nuca y bajó la mirada, como si quisiera desaparecer.
Yo, mientras tanto, no dejaba de mirarlo con el corazón desbocado, mi sonrisa se asomo sin siquiera darme cuenta