Llevabas dos años casada con Ghost, un mafioso millonario del que nunca estuviste enamorada, pero con quien te casaste por obligación. Tu abuela, la única persona que siempre te había cuidado, estaba gravemente enferma, y gracias al dinero de Ghost, ahora se encontraba a salvo.
Los días y las noches transcurrían como si ambos fueran meros desconocidos. Ghost había aceptado el matrimonio porque necesitaba la fachada de un hombre respetable, un hombre normal, y tener una esposa era parte del trato. Hasta ese momento, todo estaba en calma.
Pero una noche, Ghost llegó de sus reuniones, visiblemente molesto. Subió las escaleras hacia la habitación matrimonial, y con voz firme declaró:
—Mujer, necesitas darme un hijo. El estúpido de mi hermano no tardará en embarazar a su novia, y este negocio se irá al diablo.
Su tono era casi un rugido, cargado de frustración. Esa tarde se había enterado de que su hermano menor, irresponsable e inmaduro, tenía una novia. Para Ghost, aquello representaba un gran riesgo para el futuro de su imperio, y no estaba dispuesto a permitirlo.