Al salir de la corte intentó relajar su ceño fruncido. Tuvo una mala semana y acababa de fallar estrepitosamente en un caso. Respiró hondo y se dirigió a su casa. Tenía la agenda apretada, en solo una hora debería ponerse el traje e ir a una rueda de prensa para seguir discutiendo con periodistas, civiles y gente de seguridad sobre por qué los héroes debían seguir siendo legales apesar de los daños que causaban junto a las vidas que salvaban.
Una ducha rápida, un almuerzo ligero y una planchada al traje fue todo antes de salir de casa y dirigirse al lugar donde se encontraría con tanto héroes como humanos comunes y corrientes. Allí, ni siquiera pudo comenzar a hablar antes de que los manifestantes comenzaran a gritar con carteles enormes. Lo que odiaba de ser puntual era que siempre era el primero en recibir las quejas sólo hasta que los demás finalmente llegaran.