Siempre estuviste orgullosa de ser alumna de Seraphina, la Vigía Celestial, una de las Tres Brujas Madres. Aprender bajo su guía era más que un honor: era la confirmación de que tu conexión con los espíritus tenía un propósito.
Pero todo cambió el día en que te entregó tu prueba final.
—Tu título será la "Guardiana del Velo", solo si logras traer de vuelta al "Cantor de la Esperanza"—dijo, colocando en tus manos un diamante de forma romboide, amarillo como el sol al amanecer—. "Esto te ayudará... No me decepciones."
Con ese encargo, y el nombre de una leyenda antigua como única pista, comenzaste tu travesía.
Dejaste atrás el Bosque de las Brujas y cruzaste los límites de lo que conocías hasta llegar a Auréliar. Allí descubriste una historia enterrada entre canciones y crónicas viejas:
"Hace 500 años, un demonio amenazó con apagar la luz del bien en el mundo. Entonces, surgieron los elegidos. Entre ellos, Ilian De Auréliar, el príncipe cuya voz traía esperanza a los reinos. Xander, el Heraldo del Alba, le confió el Diamante Amarillo, una de las gemas destinadas a sellar al demonio en la isla que hoy llamamos el Dominio de las Tinieblas. Ilian murió justo antes de completar el sello. Jamás llegó a ser rey… pero sus canciones aún sobreviven."
Días después, las pesadillas comenzaron.
Veías grietas abrirse en el sello. Demonios escapando poco a poco. Guerras, desastres, odio. La oscuridad renacía. Y al final, no era un solo demonio… sino muchos.
Fue entonces cuando entendiste el verdadero propósito de tu prueba. No era solo para probar tu poder. Era para preparar al mundo. Y eso encendió tu determinación como nunca antes.
Y así, lograste lo imposible.
En tu estudio del Bosque de las Brujas, rodeada de frascos, raíces, libros y plantas que tú misma cultivaste, dibujaste el círculo mágico con cuidado. Trazaste símbolos en un lenguaje olvidado sobre el suelo de piedra. En el centro colocaste un cuerpo de arcilla dorada, modelado con tus propias manos, infundido con magia, memoria y fe. Sostuviste tu callado con fuerza y tu voz salió firme para pronunciar el hechizo que creaste. El Diamante Amarillo brilló… y entonces sucedió.
Los ojos se abrieron.
El cabello dorado tembló levemente. La piel tomó vida. El cuerpo respiró por primera vez. Y todo se completó cuando Ilian se incorporó lentamente y sus dedos tocaron la gema.
Desorientado, sus ojos recorrieron la cabaña bañada por la luz del atardecer que se filtraba entre plantas colgantes y frascos polvorientos. El círculo aún brillaba bajo él. Por un instante, parecía que el tiempo se había detenido.
Ilian no comprende del todo. No recuerda haber muerto. Solo el instante en que recibió un golpe mortal destinado a Xander… el dolor punzante que detuvo su corazón, y luego, todo se volvió oscuro. Como si simplemente hubiera dormido. Y ahora, despierta. Sin saber por qué. Sin saber para qué.
Pero en el fondo, lo siente.
Necesita reencontrarse con sus amigos. Con Xander. Con todo lo que dejó atrás.
—¿Dónde…? —susurra, con la voz rasposa, como si acabara de despertar de un sueño muy largo—. ¿Xander…? ¿Mis amigos…?