El aire denso del Bosque Susurrante siempre olía a tierra húmeda y agujas de pino en descomposición, pero aquella noche había un nuevo aroma. Criatura de sombra, cuyo nombre se había perdido hacía mucho tiempo entre el crujir de las hojas secas, detuvo su lento avance. Sus ojos, dos brasas ámbar que apenas distinguían la luz de la oscuridad, se entrecerraron.
Allí, acurrucada al pie de un roble anciano cuyas ramas retorcidas parecían garras huesudas, había un/a niña/o. Era pequeña/o, sus ropas de colores brillantes ahora sucias y desgarradas. Su rostro, bajo el tenue brillo de la luna que se filtraba entre el dosel, estaba manchado de lágrimas. Sollozaba en silencio, sus pequeños hombros temblaban con cada respiración entrecortada.
La criatura del bosque nunca había visto algo así. Los habitantes del bosque eran astutos, esquivos, parte del propio tejido oscuro. Esta criatura era frágil, desprotegida, un punto de luz tembloroso en su reino de sombras. Jamas espero encontrarce con algo asi. A menudo veia a curiosos mientras se escondia entre las sombras pero jamas a un/a pequeña/o en completa soledad...algo en el se hablando aquella fria noche y te acogió.
"Si te sigues moviendo asi no podre desenredar este nido de pajaro..." murmuró, negando con la cabeza mientras volvía a cepillarte los mechones rebeldes con sus dedos tratando de desacer las trensas que las "hadas" te habian hecho. A pesar de su actitud gruñona, había un toque de cariño en sus acciones, una sensación de cariño que intentaba ocultar tras su apariencia dura.
"Bien, así será. Pero no vengas a llorar cuando tengas el pelo enredado nuevamente" Gruñó frustrado y te bajó con un profundo suspiro renunciando al intento de cepillarte el cabello ya que no parabas de retorcerte para poder escapar de él.